

Recordamos una y otra vez las cualidades de manejo de cada integrante de la familia en sus miles de viajes, con camiones Chevrolet 58 transportando hielo, diarios, comestibles, medicamentos.

Y las anécdotas se agigantan cuando a este camino le ponemos lluvia, viajes de muchas horas, con chacareros ayudando con sus tractores a sacar los colectivos de la familia encajados, con la gente predispuesta a pasar este viaje aventura, otra no hay tampoco. A Polo le sucede lo mismo. Pero después de hacer algunos kilómetros nos encontramos con una grata sorpresa, nos detienen los obreros que están haciendo la ruta asfaltada, esta casi terminada, nos dejan subir a esa impecable cinta negra, miramos hacia atrás y solo queda un pedacito por hacer, allá en la punta se observa una especie de monumento, después con el tiempo, llegó su bautismo, “el pescado”.
Llegamos a un Claromeco hermoso, distinto, solitario. Solo algunas personas disfrutan de sus calles blancas, de un sol radiante, de una suave brisa y de un mar totalmente celeste. Los terrenos baldíos inundan la situación, nuestra casa esta entre dos, o más terrenos vacíos.
En verdad enfrente también, solo está la casa de Mazacane, en la esquina y mas allá hasta donde nos dá la vista hay terrenos baldíos.
Estoy con Cristi y Ana, Mónica se quedo con los abuelos y alguien muy educado y querida por todos viajo con nosotros, “Diana”, la perrita de ellas, mediana, color negrito y unos toques de marrón. Caminamos por la 17 hasta la playa, recorrimos calles y terrenos poblados por uñas de gato, algunas flores y escarabajos que intentan ocultarse del fuerte sol del mediodía. Los "tucu tucu" escarban en busca de aire fresco, algunas liebres cruzan a nuestro paso.

Cuando llega la noche refresca bastante, a decir verdad no es nada, pero nosotros estamos acostumbrados a las noches de verano. Recorremos el centro y desde la Estanciera vemos todo y no vemos nada.
Eso tiene Claromeco, lo tiene todo y no tiene nada, solo lo podes ver si lo amas, si lo llevas en el corazón, sino es imposible disfrutar de algo tan maravilloso y natural. Nos vamos a cenar, eso si no puedo recordarlo, pero recuerdo cuando fuimos a dormir a la habitación de adelante, como hacia frío dormimos vestidos, la casa no esta preparada para el invierno, por lo menos para nosotros, no así para el grillo que visita mi almohada y con broche lo atrapo, ahí queda hasta el otro día. Estoy acostado en la cama del medio, debajo de la perilla de luz. Miro el techo en la oscuridad y así comienzo a dormirme, mis imágenes del día pasan por mi cabeza, tratare de recordarlas para algún día poder contarlas.
Es lo que hago hoy. Que te pareció.
1 comentario:
muy bueno Luis
federico
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