martes, 20 de enero de 2009

El Fondo y mas...

Hoy me paré y me apoye en el poste de lapacho de la entrada, desde ahí con bastante signos de cansancio observaba la querida casa de la 17, así le decimos a la casa del abuelo, él la mando a construir con la ganancia de la lotería.

A pesar de ello, y como sucede siempre lo estafaron, con sus lozas que siempre se llueven, los caños de luz que jamás fueron colocados y un montón de detalles que no valen la pena enumerar. Con decirte que hasta fue construida de costado, lo que hoy nos trae problemas.

La miraba y me decía, cuantas veces más la podré ver, cuantas veces más podré deleitarme descubriendo lo que ya descubrí hace años, cuantas veces más podré soñar con dejarla en óptimas condiciones para mis hijos. Que lindo seria poder ver el final de la casa y no la casa mi final. Total para eso ya tendrá su tiempo.

En la entrada y haciendo contraste está la Lumina, que loco no?, en esa entrada por la que pasaron cuantos vehículos, me acuerdo ahora del Siam Di Tella, La Estanciera, El 38, El 128, El Valiant, y el pobre Peugeot; además de haber estado la casilla hecha con el colectivo de la línea 45.







Esa casilla la desarmamos en el 70 me parece, me acuerdo el verano, donde con barretas junto al "viejo" sacamos los parantes y las chapas, de los parantes algunos están sosteniendo el alambrado, otros quedaron del lado del vecino por lo que conté antes, otro esta cuidado y fue rescatado como símbolo de nuestros principios en la 17, en él pinte el año que me dijo el "viejo" llegaron a Claromeco. Espero mis hijos sepan comprender este gesto y lo conserven.

En el fondo hoy volví a ver parte del techo del colectivo, más de una vez pensé en tirarlo, pero es todo un símbolo, han pasado años, temporales, lluvias, vientos, y ahí sigue diciendo Retiro a uno de sus lados, es increíble. Otra parte la tire una noche en el terreno de la esquina hoy tapado por arena, ahí quedara por muchos años más, pero antes de irse de mi mano me dejó su huella, cuando la lance un clavo del techo, (recordemos que en esa época era madera y lona), cortó mi palma, así volví hasta la casa, medio enojado y medio contento, su despedida fue con todos los honores, se defendió hasta el final, como todo turco.

Les comento en el fondo y al lado ya no hay uñas de gato, tampoco anís salvaje, solo un poco de pasto y una nueva planta de acacia que nació guacha, tampoco hay perejil en el cantero, solo cabeza de turco que parece no afectarle nada, ni el paso del tiempo, ni el mal clima, ni los daños que le hacemos a diario.
También hay una plaga que plante que es como enredadera y el querido, salvador y milagroso aloe que puso el "viejo" en su paso por dos veranos en la casa. Si miramos de frente a la izquierda recordaremos ese terreno como casi un tacho de basura, en el costado entre los siempre verdes creo habremos tirado unas cuantas latitas de pate, cuantas hemos comido en los veranos, cuantas abríamos por tarde, era venir de la playa y comer con mate cocido en la vieja cocina, con la puerta abierta para que pueda entrar claridad y así ver para el fondo.


Seguro tío Pedro estará repasando el Falcon con la rejilla húmeda de agua y kerosene, como ama ese auto y no es para menos. El mismo que nos dió el susto un 13 de febrero pasando a María del Carmen por arriba.

Antes de irme del terreno de al lado, te pregunto... estarán todos los cubiertos que enterramos?. Todo tiene como un metro de tierra encima, como que el destino quiere taparlo, pero jamás podrán con la memoria. Cada tramo tiene algo, cada metro, cada centímetro.

Es levantar la cabeza y ver imágenes, hechos, personas, sonidos, aromas, movimientos, vida. Puedo ver a mis primas lavándose la cabeza con la palangana sobre el banco de madera y la regadera, a mi abuela tomando mate, galleta en mano, a mis tías a su alrededor hablando, a mis tíos siempre haciendo algo, porque siempre hay algo para hacer.


Ahí también está Marcelo conversando con doña Rosa, la esposa de don Leandro ofreciéndole una liebre, la que Zeta aceptó sin saber que no era parte del juego. Aunque parezca mentira todavía quedan algunas chapas del tinglado que hizo tío José con el gordo, que gordo? Si vos no lo conoces es el gordo Roberto Fernández, que gran tipo, un tío más, un abuelo más, hasta él conoció Claromeco, que lindo.

Ahhh debajo de ese tinglado pude disfrutar hace unos días de una corvina con mi amigo Ignacio y pude hacer unos chorizos en el cumple de mi Santi.


Solo queda podar un poco, el fondo tiene que volver a ser el fondo, donde una mañana después de la muerte de tío José, mientras rastrillábamos el pasto con el viejo, tío Pedro y hacia mate tía Juanita, escuchamos el silbido de la familia, el de la Plaza del Árbol, el mismo que usaba constantemente tío José, lo escuché, y me quedé duro, lo escuchamos y nos miramos, era de no creer, en verdad si, tío Antonio (Chedrese) venia a visitarnos y él también lo usaba.

Que hermoso recuerdo.

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