martes, 28 de febrero de 2012

Otro verano de despedidas

Una vez más me despido de vos, salgo de tus entrañas, parece mentira una vez más y son….
Pero todo parece nuevo, o mejor dicho parece extraño, y como siempre muy triste.
La ceremonia de comenzar a guardar todo, cerrar todo me lleva a muchos años atrás, el dejar todo limpio y ordenado aun sabiendo que el años que viene todo va a estar lleno de arena y bichos bolitas.



Un vehiculo espera a un costado, los bolsos están arriba, caminas los costados de la casa, buscas lo que ya no existe, todos te vienen a la memoria, pensé en otros días, en seres que me acompañaron: armé rostros queridos y lejanos, resucité palabras dichas tiempo atrás.Me encontré con alegrías y fantasmas, puteas en voz baja, querés salir del infierno, pero es imposible, te vas al fondo a buscar a quien?, a buscar que?, no se escuchan los jilgueros, mucho menos los chingolos de tu siesta, pareciera que todos se han ido, y tus ojos se llenan de lágrimas, sabias era inevitable, Josefina corre a tu alrededor y hace preguntas, miles de preguntas, de las lindas, de las inocentes, las de siempre…
Los “más viejos” están con vos, te apuntalan, te dan fuerzas, te hacen volver a la casa porque tenés que irte y te vas a ir…




Comenzas a recorrer las calles, el barro marca un fin de semana triste, gris, lluvioso, el mar está más calmo, bajas a saludar a Santi, el loco esta durmiendo como la última vez, seguis y llegas al centro, estás 2 minutos con Mariana, le hablas pero no escuchas, como si le pidieras una explicación del porqué, y no la hay, o mejor dicho es tan simple como saber que se terminó.
La 26 se ensancha y se angosta a tu paso, algunos vehículos marcan también que no queda mucho por aquí. Te concentras en salir, en hacer las cosas bien.




Pisas los primeros metros de la ruta, pasas por delante del Cristo, que aunque parezca mentira tiene 6 velas encendidas, a esa hora?, quien habrá hecho eso?, solo sabes que te acompañará otra vez a recorrer los 72 kilómetros hasta Tres Arroyos.
La congoja se adueña de vos, Josefina llora que no quiere ir a tresagoyos, patalea y llora, Paula trata de contenerla, pero a nosotros quien nos contiene, me mira de reojo, haces que no la ves y seguís manejando como si nada ocurriera, pero te olvidaste de un detalle, no se lo dijiste a tu cara. Tu mandíbula esta tan rígida que podría aguantar un golpe de cualquier súper héroe.







60 kilómetros marca el cartel y esa velocidad vas, la respetas porque sos así de loco y además porque demorás la distancia entre vos y las olas, la arena, el Nahuel, Borelli, el reloj, la red de voley, el faro, los bailes de Josefina, los mates con la negra y Mariana, la red, la escapada de Santi, los primos, Raúl, los amigos guardavidas, la casa de los Flores, las bajadas de madera desprolijas, las gaviotas, las nubes intensamente blancas, el horizonte, el viento en la cara, anunciar que se dio vuelta, esperar otra vez la puesta de sol, oler el olor a mar, y el olor a nada, el olor a Claromecó. Ahora te dás cuenta que vas muy cargado, pero no podes bajar a nadie en la ruta, ya estás en marcha y hay que seguir…



Pasaste la curva del Mozo y levantas la velocidad, las colas de zorro invaden las banquinas y tu corazón, te habías olvidado de nombrarlas, pero como a muchos creo que no hacen falta nombrarlos, están en este viaje de vuelta.
La entrada a la arenera, los pinos quebrados, la escuela perdida, y las colas de zorro de a poco desaparecen, desaparece Claromecó de tu vista, ya ni dándote vuelta vas a poder ver el faro, el que buscas cuando vas llegando, como cuando eras chico. La curva de Olsen, tan abierta como peligrosa, en un rato pasas por delante de Bellocq, Josefina se tranquilizó, Paula te sigue mirando, debe ser la décima vez desde que salimos, pero no se anima a decirte nada, sabes que sos loco, sentimental, que estás al borde del llanto, solo se atreve a darte un beso en la mejilla y la acerca a Josefina para que haga lo mismo, su inocente “estás enojado”, es peor, la contra curva te señala que dejaste Bellocq atrás.




Y siempre haces el mismo ejercicio, como seria todo esto en su época, como se sentían los tíos y el viejo al dejar estas sus cosas. Y eso te pone peor, te concentras más en la ruta, te pasan y pasas, le mandaste más de cinco señales a tu mandíbula para que se ría y nada, parece que es de un busto, dura está la hija de puta.

Ya no hay nada que hacer, solo pensar en poder regresar cuanto antes, porque a decir verdad no estás lejos y podes volver cuando te de la gana. La laguna de Gil está a tu derecha, algunos pescan o hacen una buena práctica de cómo se lava una lombriz.
Ahora creo que por suerte ya falta poco para llegar, la Felicidad está a tu izquierda, a la ruta 73 la cruza la ruta 73, solo cinco kilómetros te separan de la ruta 228. Frenas, doblas el pescado ya es pasado, murmuras en voz alta que falta poco, Paula te vuelve a mimar, Josefina cambia por… perdí la cuenta su lugar de estadía, de gente, fueron muchas este verano, y se acuerda de todo, está re loca, pero es un show.



Se que la playa quedó casi desierta cuando me levanté para marcharme, pero igual me niego a saber que lo que esperamos doce meses ya pasó, así de rápido, que todos los que contaban sus días para llegar ahora solo te recuerden con amargura, con un hilo de voz, con lágrimas en los ojos, con frases de “volveré”, “nunca me fui”, “te amo”.

Tres Arroyos te dá la bienvenida, un nuevo año te espera, y eso te alienta porque en realidad recien comienza un nuevo año, y Claromecó está a solo media hora de viaje, y todos allí te esperan para acompañarte, para divertirte, llorar, aprender de la vida, nutrirte de anécdotas y llevarte cuando llegue tu hora.