Pero todo parece nuevo, o mejor dicho parece extraño, y como siempre muy triste.
La ceremonia de comenzar a guardar todo, cerrar todo me lleva a muchos años atrás, el dejar todo limpio y ordenado aun sabiendo que el años que viene todo va a estar lleno de arena y bichos bolitas.


Los “más viejos” están con vos, te apuntalan, te dan fuerzas, te hacen volver a la casa porque tenés que irte y te vas a ir…

La 26 se ensancha y se angosta a tu paso, algunos vehículos marcan también que no queda mucho por aquí. Te concentras en salir, en hacer las cosas bien.


Pisas los primeros metros de la ruta, pasas por delante del Cristo, que aunque parezca mentira tiene 6 velas encendidas, a esa hora?, quien habrá hecho eso?, solo sabes que te acompañará otra vez a recorrer los 72 kilómetros hasta Tres Arroyos.
La congoja se adueña de vos, Josefina llora que no quiere ir a tresagoyos, patalea y llora, Paula trata de contenerla, pero a nosotros quien nos contiene, me mira de reojo, haces que no la ves y seguís manejando como si nada ocurriera, pero te olvidaste de un detalle, no se lo dijiste a tu cara. Tu mandíbula esta tan rígida que podría aguantar un golpe de cualquier súper héroe.
60 kilómetros marca el cartel y esa velocidad vas, la respetas porque sos así de loco y además porque demorás la distancia entre vos y las olas, la arena, el Nahuel, Borelli, el reloj, la red de voley, el faro, los bailes de Josefina, los mates con la negra y Mariana, la red, la escapada de Santi, los primos, Raúl, los amigos guardavidas, la casa de los Flores, las bajadas de madera desprolijas, las gaviotas, las nubes intensamente blancas, el horizonte, el viento en la cara, anunciar que se dio vuelta, esperar otra vez la puesta de sol, oler el olor a mar, y el olor a nada, el olor a Claromecó. Ahora te dás cuenta que vas muy cargado, pero no podes bajar a nadie en la ruta, ya estás en marcha y hay que seguir…

Pasaste la curva del Mozo y levantas la velocidad, las colas de zorro invaden las banquinas y tu corazón, te habías olvidado de nombrarlas, pero como a muchos creo que no hacen falta nombrarlos, están en este viaje de vuelta.
La entrada a la arenera, los pinos quebrados, la escuela perdida, y las colas de zorro de a poco desaparecen, desaparece Claromecó de tu vista, ya ni dándote vuelta vas a poder ver el faro, el que buscas cuando vas llegando, como cuando eras chico. La curva de Olsen, tan abierta como peligrosa, en un rato pasas por delante de Bellocq, Josefina se tranquilizó, Paula te sigue mirando, debe ser la décima vez desde que salimos, pero no se anima a decirte nada, sabes que sos loco, sentimental, que estás al borde del llanto, solo se atreve a darte un beso en la mejilla y la acerca a Josefina para que haga lo mismo, su inocente “estás enojado”, es peor, la contra curva te señala que dejaste Bellocq atrás.
Y siempre haces el mismo ejercicio, como seria todo esto en su época, como se sentían los tíos y el viejo al dejar estas sus cosas. Y eso te pone peor, te concentras más en la ruta, te pasan y pasas, le mandaste más de cinco señales a tu mandíbula para que se ría y nada, parece que es de un busto, dura está la hija de puta.
Ya no hay nada que hacer, solo pensar en poder regresar cuanto antes, porque a decir verdad no estás lejos y podes volver cuando te de la gana. La laguna de Gil está a tu derecha, algunos pescan o hacen una buena práctica de cómo se lava una lombriz.
Ahora creo que por suerte ya falta poco para llegar, la Felicidad está a tu izquierda, a la ruta 73 la cruza la ruta 73, solo cinco kilómetros te separan de la ruta 228. Frenas, doblas el pescado ya es pasado, murmuras en voz alta que falta poco, Paula te vuelve a mimar, Josefina cambia por… perdí la cuenta su lugar de estadía, de gente, fueron muchas este verano, y se acuerda de todo, está re loca, pero es un show.
Se que la playa quedó casi desierta cuando me levanté para marcharme, pero igual me niego a saber que lo que esperamos doce meses ya pasó, así de rápido, que todos los que contaban sus días para llegar ahora solo te recuerden con amargura, con un hilo de voz, con lágrimas en los ojos, con frases de “volveré”, “nunca me fui”, “te amo”.
Tres Arroyos te dá la bienvenida, un nuevo año te espera, y eso te alienta porque en realidad recien comienza un nuevo año, y Claromecó está a solo media hora de viaje, y todos allí te esperan para acompañarte, para divertirte, llorar, aprender de la vida, nutrirte de anécdotas y llevarte cuando llegue tu hora.










Por eso el turno de Río Cuarto, por eso también esas calles y las anécdotas, las que la misma tía María quiere recordar algunas y de otras no quiere saber nada. Por eso tratar de viajar y de que vivan lo que vos viviste, por eso hacer vida de vagos, porque sos un vago nato, y a tus hijos les enseñas esas cosas sanas todavía.
Por eso te empecinas en pescar con la red, por eso en buscar lo que ya no hay, tucu-tucu, lagartijas, caracoles, cangrejos, cardos, anís salvaje, calles desoladas, terrenos vacíos, árboles inmensos, pájaros libres, aguas tranquilas, medanos inmensos.
Todo se acaba, todo, también vos. Y eso te pone mal, sabes que te vas terminando. Cada vez que te acostas pensas, es tiempo perdido, pero no podes mas, tenes que descansar. Hay tantas cosas por hacer, hay una casa abandonada, una habitación por terminar, un fondo sucio, pastos secos y así podría seguir hasta no se cuando. A los chicos no les importa eso, ellos por ahora lo ven como un castigo. Además ya no esta el viejo para darte una mano, no esta Paula para ayudarte. Y aquí otro capitulo, hace dos años uno hacia planes, y se nos fue Fran, nadie lo pudo asimilar, nadie podrá asimilarlo, las cosas no son igual, le ponemos pilas, pero nada es igual. Cada lugar tiene su sello, porque estuvo o porque era el plan llevarlo. Río Cuarto era uno de esos lugares. Hace un año, la cosa estaba casi terminada, y llego Josefina, en verdad una linda locura.
Y a decir verdad yo no quería seguir adelante, yo estoy mas del otro lado que de este, y me pareció una falta de respeto, falta de responsabilidad, no se, era como que yo muero y una hija nace. Pero la voluntad y la gran madre que tiene la hicieron posible. Vino a acariciar el alma de quienes estamos mal, de Paula principalmente, de una mujer golpeada siempre. Dios sabrá porque es así. Solo el sabe todo esto, de cómo se da, de cómo se dio. Y aquí estamos, entre sonrisas y pañales. Lo segundo parece molesto, pero en verdad me molesta más la sonrisa de “Jóse”, como le dice la negra. Y la palabra es equivocada, no me molesta por malo. Me molesta porque tiene vida y yo no la tengo, la veo sonreír y te puedo asegurar lloro el 90% de las veces. Me veo tan lejos, tan muerto, sin poder disfrutar nada, sin poder verla crecer y la veo que nos da felicidad, y no puedo llegar a colgarme. Mis dedos se abren cada vez que llego, y así caigo, como debo caer por haberla negado. Y eso creo que es justo. Ahhh por supuesto es de Racing.
Como también lo son Mariana y Santiago, Mariana más que Santi, pero los dos llevan a la academia en su sangre. Por eso todavía creo, por eso todavía sueño, ellos tienen que estar unidos.
Y hay algo que sí me molesta por ahora y solo por ahora, porque se de la moral de mis hijos, me molesta que Mariana no entienda, pero también entiendo su bronca, el tiempo dirá, solo ellas sabrán de su futuro, y ahí si no estaremos para verlas. Una Lástima.
Terminal La Estrella - Cóndor (Constitución)
Ómnibus El Cóndor
Andén 13 (Constitución)
Andén Tandil
Estación Tres Arroyos